“Este es un libro único, excepcional en Chile y en cualquier parte. Es la historia de una pasión intelectual precoz y mantenida sin desmayos a lo largo de toda una vida: pasión por la filosofa, por el conocimiento científico, por el arte, por la literatura. Será un libro perdurable y necesario, porque nos habla de un país desaparecido, donde la costumbre de leer, de escribir, de escuchar música, de mirar pintura, de reflexionar sobre los sucesos políticos y de todo orden, era a la vez extravagante y central, y del país de ahora, donde todo aquello persiste a pesar de los pesares, contra la corriente. Uno está en desacuerdo en algunos casos y de acuerdo con mas frecuencia de lo que se podría esperar: en Caravaggio frente a Leonardo da Vinci, en Paul Klee escondido, mínimo, franciscano, en Stendhal, en el descubrimiento tardío, vocal y coral, de Giuseppe Verdi, en la poesía del antipoeta Platón. El tono es socarrón, sorpresivo, detallista, porque hasta descubrimos los métodos de protección de ventanales frente a huracanes del trópico. Y de cuando en cuando soltamos la carcajada. Yo invito a todo el mundo, con entusiasmo, a la lectura. En esta autobiografía provocada, que se desarrolla a la vista de nosotros a través de un sistema de preguntas y respuestas, no hay el menor desperdicio. Nos divertimos en cada Iínea y aprendemos en cada pagina. Es una paradoja curiosa y consoladora que el pais de la farándula, de la no lectura, de la cultura del espectáculo, haya producido un libro tan serio y tan atrayente, tan ameno y humano. Es una razón para no perder toda esperanza antes de entrar en lo que nos tienen preparado”. Jorge Edwards “La reciente aparición de En el cielo sólo las estrellas viene a confirmar la vigencia de un hombre de 76 años, que aprendió a leer a los cuatro con una guía telefónica y que ahora hace memoria en más de 400 páginas sobre su vida en el siglo XX. Una biografía del pensamiento, donde Torretti abre sus puertas, para regresar nuevamente a sus estadías en Alemania, Estados Unidos y Puerto Rico, de la mano de Heidegger, Kant, la pintura de Caravaggio y la música de Mahler”. Javier García, La Nación