$.-
x1
$.-
x1
TU CARRITO
árticulo(s)
Costo total de los productos: $.-
Gastos de envío: Se calculará en checkout
TOTAL $.-
Este libro constituye un documento excepcional sobre James Joyce, a quien Arthur Power conoció en París poco después de la Primera Guerra Mundial, y con quien mantuvo frecuentes conversaciones cuyo contenido solía anotar de regreso a su casa. Power era por entonces un muchacho de inclinaciones románticas y fascinado por la capital francesa, a la que acababa de llegar y en la que ensayaba una vida bohemia, codeándose con artistas y escritores. Probablemente fue su común origen irlandés lo que le franqueó el trato con el educado pero distante Joyce, conocido ya como autor de libros por los Power no sentía un particular aprecio. Pese a ello, Power buscó la compañía y la amistad del escritor, a quien sacaba de su casa para dar largos paseos o acudir a fiestas y reuniones. De la extraña pareja que formaban habría de surgir, sin embargo, el testimonio más directo y veraz que poseemos sobre las opiniones de Joyce, sobre sus lecturas, sobre su carácter. La ingenuidad y la vehemencia de Power desinhibieron las reservas de Joyce y obtuvieron de éste declaraciones a menudo insospechadas, siempre agudas, que hacen de este delicioso libro una referencia obligada para quienes se interesan tanto por la vida como por la obra de uno de los más influyentes escritores del siglo XX.
Arthur Power (Guernsey, 1891 – Dublín, 1984) se crió en Irlanda y en Inglaterra, pero desde niño sintió una gran atracción por Francia. Durante la Primera Guerra Mundial combatió en el frente de Flandes, donde fue víctima de los gases venenosos. Mientras convalecía en Dublín, conoció a Paul Henry, que lo encandiló con los relatos de sus años de estudiante en París. Una vez dado de alta y licenciado, y después de un corto periplo por Italia, Power, resuelto a ser pintor, se instaló en la capital francesa y entró en contacto con artistas y escritores de todas las nacionalidades. A través del escultor estadounidense Jo Davidson, consiguió trabajo como crítico de arte para la edición parisina de The New York Herald. Se hizo amigo, entre otros, de los artistas Ossip Zadkine, Aristide Maillol y Amedeo Modigliani, y de los escritores Ernest Hemingway, Samuel Beckett y James Joyce. A este último lo conoció casualmente en una sala de fiestas a la que el escritor había acudido junto a Sylvia Beach a brindar por el éxito de su recién publicado Ulises. De ahí surgió la amistad de la que dan testimonio estas Conversaciones con James Joyce, publicadas originalmente en 1974.