Acaso ningún objeto se identifica mejor con el siglo XX que las revistas. Basta echar a volar los recuerdos para darse cuenta que nuestra memoria está siempre acompañada de ellas. Desde la primera infancia hasta el obituario final. Las revistas son la patria del lector donde había –hay– espacio para niños, mujeres, deportistas, políticos, estudiantes, personas mayores… Territorios donde los gustos de los lectores tienden a reunirse perfilándose mutuamente. Pese a esa gravitación, a la que hay que sumar el indiscutible atractivo gráfico y el valor expresivo de la estética de cada época, en Chile poco se ha rescatado de la trayectoria de este medio. Existen contados estudios sobre nuestras publicaciones periódicas. Aún más exiguo es el reconocimiento de la importante tradición revisteril que cuenta con grandes figuras e importantes hitos. No hay panteón donde se reconozca el trabajo de destacados periodistas, diseñadores, ilustradores y fotógrafos que contribuyeron a generar esa especie de salto cuántico en el desarrollo del periodismo que han sido las revistas. Gente que a través de largas jornadas de trabajo y a veces bohemias noches han dejado un sabroso anecdotario que vale la pena recoger.