A casi tres décadas de su publicación original, El circo en llamas da cuenta, como pocos libros de crítica en Chile, de un momento singular de producción literaria y cultural en el país. Los textos aquí reunidos fueron escritos entre 1951 y 1988, el año de la muerte de Enrique Lihn, y reflejan a la perfección su figura desbordante e inconfundible prosa. Desde crónicas, artículos de prensa, conferencias, prólogos y epílogos hasta textos de contratapa, misivas y anotaciones personales, caben en esta obra tanto el examen de los grandes nombres de nuestra tradición –y de sus influencias y escuelas– como la lectura de quienes la continuaron o aún la mantienen viva. En este sentido, se han vuelto indispensables los ensayos sobre Parra, Huidobro o Neruda, su declarada admiración por Mistral y su temprana valoración de Juan Luis Martínez o Rodrigo Lira, además de sus diatribas contra Alone y el cura Valente o su ponencia sobre la situación de la poesía bajo la dictadura.
Con el estructuralismo francés como arma principal, el libro aborda también a grandes figuras de la literatura contemporánea –Kafka y Borges, por ejemplo– y sobrevuela en él, como en buena parte de los mejores ensayistas del siglo pasado, la preocupación por la relación del escritor con el lenguaje y la función del artista en la sociedad. En definitiva, estas páginas interrogan el quehacer literario con suma exigencia y lucidez. Editado a mediados de los noventa por su amigo y compañero de oficio Germán Marín –con quien creó ese disfraz desesperado que es Gerardo de Pompier–, esta suerte de autobiografía intelectual permite recorrer buena parte de la producción crítica de uno de los autores más relevantes de la literatura chilena. Ordenado en siete capítulos, esta nueva versión de El circo en llamas, que incluye un necesario índice onomástico, confirma lo que aseveró Roberto Bolaño sobre su autor: “En el ejercicio del ensayo, de la reseña, del manifiesto e incluso del libelo, no hubo en Chile escritor más certero ni más libre”.